Militantes del papel, en Rambleta

Una librería, una editorial y un festival de autoedición reflexionan en Els Matins de Rambleta sobre un sector que requiere valor

Pocos oficios han sobrevivido a tantos apocalipsis como aquellos que nacen del papel, material en extinción desde que nació su hermanastro veloz, la fibra óptica. Pero hay gente, la hay en València, que sigue dedicando su energía, recursos y talento a generar cultura en papel, profesiones de riesgo que exigen una militancia leal y apasionada de quienes las ejercen.
 
Apocalipsis y militancia no son recursos literarios para adornar la crónica de la última edición de Els matins de Rambleta de este curso. Son conceptos enunciados por los protagonistas del encuentro: Jaime Ortega, cofundador de la librería Per(r)ucho, emergida de las profundidades del Carmen hace poco más de un año; Alberto Haller, responsable de Barlin Libros, editorial de nuevo cuño dedicada a la no ficción; y David Bander, miembro del colectivo organizador de Tenderete, certamen de autoedición que acaba de cumplir 16 primaveras.
 
Bajo el techo de Rambleta y Caixa Popular, los tres cruzaron impresiones sobre las expectativas de su trabajo y explicaron por qué decidieron iniciar sus aventuras. Fue Ortega, el más veterano, el que advirtió del que parece definitivo apocalipsis del papel, al tiempo que apuntaba que “aún se puede vivir de él”. Su librería es muestra de ello, una proeza que implica generar actividad más allá de la venta de libros: ellos, por ejemplo, cuentan con una máquina Riso que permite la autoedición.
 
Haller, lobo estepario y temerario miembro de una nueva generación de editores, contaba que lejos han quedado los tiempos en que los vendedores de enciclopedias conducían Ferrari. Su editorial se mueve dentro de márgenes modestos pero asumibles, y se ocupa de obras y tareas que los gigantes editoriales rechazan. Esa artesanía del detalle recupera, precisamenre, la esencia del editor clásico.
 
Bander, por su lado, era quien reclamaba la militancia en una cultura libre como norte magnético de quienes ahora se dedican al papel. No se enfrentan a un enemigo concreto, como se pensaba era el libro electrónico, sino a cambios estructurales y veloces de una sociedad que opta por ver las series a una velocidad mayor en Netflix.
 
Los tres protagonistas coincidieron en la fragilidad del sector, del mismo modo que revindicaron sus iniciativas, un mensaje necesario de resistencia. El último trago de Els matins de Rambleta de este curso fue contundente: hay quien sigue decidido a agitar la cultura de esta ciudad, a veces por encima de lo racionalmente recomendable.
 
El verano impone su pausa, ojalá también de papel. Els matins volverán antes que el frío.