El momento (cultural) más feliz de… Daniel Rueda Cuerda

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Identidad: drcuerda
 

Antecedentes: Fotógrafo y arquitecto inminente, captura escenas icónicas. Una deslumbrante capacidad para detener lugares imprevistos.
 

Hecho relevante: A esto de que 100.000 personas sigan sus imágenes repletas de luz, de geometría, de chispazos vitales. Daniel Rueda Cuerda, el valenciano que se ha pasado a Instagram.

 

Imágenes, imágenes, imágenes. Daniel nos encanta porque tiene una sensibilidad brutal para dinamitar la rutina visual y crear algo distinto. Mira esta foto. De esos tipos que ven distintos cuando los demás ven igual. Su porqué, su visión privilegiada, quizá, tal vez, nació en una sala de cine. Pero eso ya lo cuenta él…

 

“Por más que lo intente, para una persona como yo, es imposible tratar de hacer memoria y traer al presente un momento (cultural) feliz lejos de una sala de cine. El celuloide y yo tenemos una larga historia que se remonta hasta el estreno de A Bug’s Life, en 1998, cuando mi familia me llevó por primera vez a ver una película en la gran pantalla a un niño de 7 años que tardó muchísimo en olvidar aquellos bichos generados por ordenador. Con esta, la segunda producción de Pixar después de Toy Story, comenzó una relación muy especial con el cine cuyos votos procuro renovar 3 o 4 veces al mes; siempre que las fechas de entrega u otras obligaciones no se interponen en nuestro camino.  

 

Sin embargo, recuerdo vivamente una película, una escena más concretamente, que cambiaría para siempre mi manera de entender el séptimo arte y que a día de hoy todavía influye en mi manera de trabajar. Recordándome que lo bueno siempre puede hacerse mejor.

 

Fue en el 2009, estaba con un amigo de la carrera paseando por el Turia, a una hora del día en la que debía estar preparando alguna entrega o estudiando para algún examen. Cuando de repente decidimos hacer algo que todos deberíamos hacer más a menudo: ir al cine por el simple y llano placer de ver una película en una sala pensada para ello, sin conocer siquiera la cartelera.    

 

No fue difícil elegir. Entre tanto póster sobrecargado y tanto título ajeno a nosotros, la única cara conocida de aquel mural era la de Jared Leto, el que fuera, y es, vocalista de 30STM, también era el actor que nos puso un nudo en la garganta con su excepcional interpretación en Requiem for a Dream, otra película que me volvió loco… Con una garantía así no había discusión: íbamos a ver Mr. Nobody. Poco podíamos sospechar entonces lo que estábamos a punto de presenciar.  

 

La película habla de la necesidad inherente al ser humano de escoger. De la mano del director Pierre Van Dormael nos adentramos en ese deseo de conocer la realidad alternativa que nos perdemos cada vez que tomamos una decisión relevante en nuestras vidas, a través siempre de la historia de Nemo. El personaje que interpreta Jared Leto es el último anciano de un planeta Tierra donde la inmortalidad es ya una elección y donde las vidas posibles de este Mr. Nobody, entre la fantasía y la realidad, son la mayor atracción.   

 

Y no sólo la historia  y el guión eran apasionantes. La fotografía, algo en lo que por aquel entonces comenzaba a reparar mientras veía una película también era algo como nunca antes había visto. Sin embargo, en mi opinión, la banda sonora es la guinda de este y otros tantos deliciosos y cinematográficos pasteles.

 

La escena a la que hacía mención antes y que como decía, cambió mi manera de ver las cosas, sucede en una piscina. Cuando nuestro personaje se enamora por primera vez tras ver a una de sus compañeras de colegio… Y aquí es donde yo me hundo en la butaca. Me olvido de dónde estoy y me quedo sin aire mientras Nemo deja atrás sus miedos y se lanza al agua al tiempo que escuchamos el For Your Precious Love de Otis Redding en un momento que, para mí, es perfecto.

 

La escena:

 

Lección: Siempre, pero siempre, hay que escoger. Cuando dejemos de hacerlo, alerta.

Por Vicent Molins. 

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