Oiga, esto no lo hacen los niños

Referentes y nuevos talentos de la animación valenciana debaten sobre el sector en la primera edición de la nueva temporada de Els Matins de Rambleta

A Jaime Maestro, dos décadas realizando cine de animación, una vecina le inquirió por su oficio: “Yo creía que eso lo hacían los niños”, le dijo. La extrañeza de aquella mujer no era a tenor de quién consumía sus cine animado, sino por quién los realizaba, aniquilando todo resorte del oficio de Maestro con un mazazo definitivo: algo que consumen los niños debe de haber sido hecho por ellos mismos.

La lógica de aquella mujer eleva al absurdo un problema al que se ha enfrentado casi cualquier creador: justificar que lo suyo es una profesión y no una actividad extraescolar. Cuando el oficio en cuestión está ligado al cine de animación, la batalla está perdida. Al menos en España, según comentaron los protagonistas de El desayuno animado. Este fue el leitmotiv de la primera edición de la temporada de Els matins de Rambleta, la iniciativa del centro junto a Caixa Popular para rastrear el talento de la ciudad y ponerlo sobre la mesa, ante una audiencia íntima y atenta.

Estaba Carla Pereira, animadora que ha participado en la primera producción stop motion mexicana y en la Isla de Perro de Wes Anderson, y que prepara su primer cortometraje para 2019; estaban Sara Álvarez y Álvaro Wallner, dos de los organizadores de Prime the Animation!, festival pionero sobre animación que acaba de celebrar su sexta edición; y estaba Jaime Maestro, un director con dos Goyas en su vitrina y una enorme lista de empeños para sacar adelante producciones desde València. “Estoy cansado de ser un culo inquieto”, reveló el cineasta, inmerso ahora en su último proyecto, La Tribu, un estudio para levantar películas y hacer que todos los creativos encuentren su felicidad en este oficio: un triple salto.

Decía Pereira que parece mentira que aún haya que recordarlo, pero la animación “es una técnica, no un género”, y pese a los pasos dados en este sentido por productoras como Pixar (“han hecho que deje de ser considerado para niños, ahora se considera para toda la familia”, terciaba Maestro), aún queda mucho camino por recorrer en este sentido. Por eso su Metamorfosis será cine de animación para adultos.

Hay algunas pinceladas de optimismo. Como que certámenes como Prime sigan creciendo en número de exhibiciones y de audiencia, o como el reconocimiento a que València siga generando una cantidad absurda de artistas dedicados a la ilustración, cómic o animación, sensibilidades hermanadas. Falta “crear industria”, reclamaba Maestro. Y que nunca tenga que volver contestar lo que dice el título de esta crónica.

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